El templo de Santa María acogió este mediodía el
Pregón de la Semana Santa de Estepa pronunciado por el estepeño Carlos Llamas
González.
El acto abría con la interpretación de la
marcha “Virgen de las Aguas”, la pieza elegida por el pregonero para tener
presente a la dolorosa de la sevillana hermandad del Museo, una de sus mayores
devociones. Su presentadora, María Dolores García Fernández, ha exteriorizado el
corazón del pregonero, un corazón humilde, sencillo y bueno, el de un cofrade
que se crió en Sevilla pero que nunca ha perdido su raíz estepeña de una
familia que vivía, y así es hoy día, con intensidad y tradición la semana mayor
de la ciudad. Lola, como es conocida la presentadora, avisaba del gran poeta
que se avecinaba en el atril de Santa María, y así fue.
Fue entonces cuando se dio paso a la marcha
“Amarguras” en el año del centenario de su creación por Manuel Font de Anta.
Carlos no perdió nunca de vista al niño que
lleva dentro y siempre recordó aquellas Semanas Santas de antaño con las que
cada día sueña despierto, y cuyas vivencias ha querido compartir con los cofrades
de su Estepa bendita, la que ama profundamente. Poco a poco fue deshojando la
margarita y arrancando las páginas del calendario, invitándonos a vivir esos
besamanos del Jueves de Pasión y Viernes de Dolores que hacen aún más especial
la espera para la llegada de un nuevo Domingo de Ramos, el de mañana de
bendición y procesión de palmas, de Los Remedios a Santa María, lugar donde nos
espera la Victoria de Dios en la mirada de María.
Siguiendo la estructura tradicional, el
pregonero abrió de par en par las puertas de San Sebastián para acompañar a
Dios y entrar con él en Jerusalén, encendió la mecha del farol que ilumina la penumbra
de la noche del lunes con Angustias coronada por un universo de estrellas, se
colocó su túnica azul y capa roja como en aquellos años de niñez en la Casa de
hermandad acompañado por sus primos para hacer Estación de Penitencia de
devoción heredada, y escuchar el llamador que su tío tocara y que ahora sigue
llevando la misma sangre, miró hasta la puerta del Perdón en la noche del Amor
que Cristo reparte en cada estación, recordó cómo se vive en casa de su
presentadora el amanecer de cada Miércoles Santo y la devoción al niño de dulce
nombre y la madre de blanca rejilla que en su palio el sol ilumina, se plantó
en la calle Roya para ver a Cristo atado y flagelado, acompañado por un mar de
plumas blancas y unos músicos que ponen notas a sus sentimientos al ritmo que
marca el péndulo de soga desgastada y a la Esperanza que fue coronada, pasó por
el Viernes de las tres caídas de Jesucristo con su túnica morada, la que
esconde promesas de mujeres que tras su andar pausado le rezan por las calles
de Estepa como la mujer llena de dolor que tras sus pasos anda bajo su palio de
terciopelo bordado, y llegó al sepulcro donde la Soledad no tiene más que el
palio del cielo azul inmaculado que se transforma en estrellado cuando entra
por el arco donde el racheo de alpargatas lo culmina todo.
Su voz tímida y entrega desmedida encogió a más
de uno el corazón a través de un mar de metáforas. Recordó a su padre, quién le
enseñó a descubrir esta pasión, y agradeció a su presentadora que le permita
disfrutar cada día de sus dos hijos.
Un pregón con tono templado, alma y corazón,
lleno de vivencias, alternando prosa y verso, y un sentimiento de niño en cada
oración. Así ha anunciado Carlos Llamas la Pasión, Muerte y Resurrección en
este Domingo de Pasión, preludio de palmas y olivos con sones de agrupación.
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