Tal día como hoy de hace diez años, el 5 de septiembre de 2009, la
ciudad de Estepa vivía una jornada histórica e inolvidable. Se cumplía el 250
aniversario de la hechura de la imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno (1759-2009)
por el escultor vallisoletano D. Luis Salvador Carmona.
En los días previos, la hermandad de Ntro. Padre Jesús Nazareno y María
Santísima de los Dolores celebró dicha efeméride con una serie de actos
extraordinarios.
Durante los días 2, 3 y 4 tuvo lugar el Solemne Triduo a Nuestro Padre
Jesús Nazareno en acción de gracias en la iglesia de San Sebastián, cuyas
homilías fueron oficiadas por el Padre Fray Joaquín Zurera Ribó (Superior de
Padres Franciscanos de Estepa), D. Ramón Carmona Morillo (Párroco de Santa
María de la Asunción la Mayor y Matriz) y D. Ginés González de la Bandera
Romero (Párroco de San Sebastián y Director Espiritual de la Hermandad).
Del 2 al 5 se ofreció una exposición fotográfica en la Casa de
Hermandad, organizada por el Grupo Joven.
El día 4 se celebró la Exaltación a Nuestro Padre Jesús Nazareno en su
sede canónica, la cual estuvo a cargo del hermano D. Juan Luis Machuca
Fernández.
Finalmente, el sábado 5 de septiembre el pueblo se engalanó para la
salida extraordinaria del Señor de Estepa. Fue el culmen perfecto a unos días
de conmemoraciones. El cielo relucía con un sol que brillaba más que nunca, los
balcones presumían hermosos y el sentimiento devocional era el mismo en cada
una de las casas estepeñas. Dios iba a visitar cada rincón de su pueblo.
A las 7 de la tarde el paso del Señor se ponía en la calle. El repique
de campanas fue incesante hasta que irrumpió una saeta desde un balcón de la
plaza. El silencio fue la música que acompañó al Señor en la subida hasta calle
Ancha, preludio del rezo musical que comenzó con la marcha “Perdona a Tu
Pueblo”, un soniquete que la Agrupación Musical Dulce Nombre de Jesús, durante
la primera mitad del recorrido, y la de Paz y Caridad en la segunda, se
encargarían de poner tras la cruz del nazareno. En el cortejo las mujeres de
mantilla y los hermanos de la hermandad acompañaron a su titular con un cirio
conmemorativo de dicha efeméride. La noche fue larga y Jesús Nazareno recorrió
su Estepa entera de punta a punta, de barrio a barrio, siendo la recogida en
las primeras horas de la mañana y estando prácticamente 12 horas en las calles.
De entre los momentos más insólitos del recorrido podemos recordar el paso por
Gilena, San Marcos y Roya, el rezo ante las Hermanas de la Cruz, la bajada por
calle Cruz o el instante ante la imagen de la abuela Santa Ana en su ermita. El
itinerario discurrió por el siguiente orden:
Plaza de San Sebastián, José
Luis Cabezas, Plaza Vieja, Hornillos, Cuesta, Vera-Cruz, Plaza de los Remedios,
Gilena, San Marcos, Roya, Virgen de la Esperanza, Castillejos, Mesones, Padre
Alfonso, Antonio Álvarez, Santa Ángela de la Cruz, Cruz, Plaza Poley, Santa
Ana, Plaza del Carmen, Mesores, Padre Alfonso, José Luis Cabezas, Plaza de San
Sebastián.
La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno protagonizó aquel día una de
las estampas más insólitas que se recuerdan a lo largo de su historia, sin el
cirineo con el que habitualmente procesiona cada Viernes Santo y portando una
de las joyas de la hermandad, la túnica de terciopelo morado bordada en oro del
siglo XVIII. Además, ni siquiera el paso fue alumbrado por los habituales
faroles en las esquinas, la única luz era la de su mirada.
Por otro lado, el director de la Agrupación Musical Paz y Caridad en
aquellos entonces, D. Antonio Javier Álvarez Cabello, se puso en contacto con
el sevillano compositor D. Alejandro Blanco Hernández para solicitarle el
arreglo de una marcha muy antigua dedicada al Nazareno de Estepa. Precisamente,
el título era “Jesús Nazareno” y fue
compuesta por D. Francisco Javier Triano. En aquella ocasión, también le fue
dedicada la marcha "Entre
lirios", una nueva obra de D. Santiago Fernández García, componente de
la misma agrupación.
Hoy, 260 años después, aquella magistral talla esculpida rasgo a rasgo
para llenarnos de fe y colmarnos de alegría sigue conmoviéndonos por su figura,
ayudándonos a caminar y afrontar nuestras propias batallas, ofreciéndonos sus
manos, esas que cada año acumulan nuevas promesas y peticiones, y cargando una
cruz en la que tantas veces nos vemos reflejados.
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